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¿Se puede vivir sin Internet?
Paul Miller. Es el nombre del periodista de “The Verge” que hace un año aceptó un reto bastante inusual: pasar un año desconectado de la Red. Sin smartphone, sin conexión 3G o Wi-Fi, sin un mísero cable Ethernet con el que comprobar su correo electrónico. Además, debía contar periódicamente cómo estaba transcurriendo su experiencia y por supuesto, si era posible llevar una vida “analógica”.
Las razones que le llevaron a Miller a aceptar este reto, seguramente son compartidas por muchos de los que en estos momentos estáis leyendo este artículo. Tras pasar prácticamente toda su vida conectado a Internet y trabajando además por y para Internet (Miller es periodista tecnológico, además de desarrollador web), necesitaba un descanso. Necesitaba desconectar completamente, vivir sin preocuparse por cuantos e-mails recibía, si debía actualizar su estado en Whatsapp o si alguien habría mencionado en Twitter su último post.
Según confiesa Miller a “The Verge”, durante los primeros meses, la experiencia fue francamente positiva. En primer lugar porque tal y como él los describe, experimentó varios momentos de “epifanía” (entendida como revelación). Como no podía conectarse a la Red, tenía más tiempo para leer, más tiempo para escribir y más tiempo para preocuparse por las relaciones humanas que importan.
Afirma que durante unas semanas fue capaz de percibir mejor el mundo, porque en definitiva cuando esperaba al autobús podía “concentrarse en el paisaje”, en vez de estar metido en su smartphone, aislado del resto. Todo el mundo le decía que le veía mejor (ahora atenía más tiempo para hacer ejercicio) y que incluso se le veía más contento.
En cuanto a los aspectos más prácticos, tuvo que volver a acostumbrarse a comprar el periódico, a reservar los vuelos por teléfono y a hacer cola para comprar las entradas para el cine. Compraba guías de papel para orientarse en la ciudad y tenía que pasar más tiempo hablando por teléfono para poder organizar una quedada con sus amigos. Pero más allá de pequeños inconvenientes aquí y allá, todo parecía mejorar. Pero llegó el día en que todo cambió.
Una cuestión de actitud
Pasados unos meses, la actitud de Miller comenzó a cambiar. La energía y el entusiasmo inicial que le provocaba su “nueva vida” fuera de la Red, empezó a desaparecer. Ya no tenía tantas ganas de leer enormes novelas y poco a poco también fue abandonando hábitos tan saludables como montar en bicicleta o intentar hacer más reuniones con los amigos.
“Hacia finales de 2012, descubrí una nueva forma de tomar malas decisiones, sin tener que estar conectado a Internet. Abandoné los buenos hábitos que había adquirido fuera de la Red y a cambio, adquirí nuevos vicios. Cuando estaba conectado a Internet , podía aburrirme navegando sin hacer nada realmente interesante. Ahora hacía lo mismo desde mi sofá, viendo la televisión o jugando a un videojuego. Volví a retomar todos esos hábitos de consumo pasivo que tenía antes, sólo que sin estar conectado a Internet.”
Durante los últimos meses de su experimento se dio cuenta que realmente no había una gran diferencia. La vida no era mejor por no estar conectado. No había tenido esa gran revelación que esperaba y concluyó que en el fondo, todo era una cuestión de actitud. La actitud es la que nos permite hacer más o menos cosas, disfrutar más o menos de la vida, independientemente de si estamos conectados o damos la espalda a las nuevas tecnologías.
Lo peor es que descubrió que el dar la espalda a la Red había provocado que se perdiese muchas cosas. Tras pasar el entusiasmo inicial, ya no hablaba tanto con su familia y había perdido buena parte del contacto que mantenía con sus amigos más cercanos…incluso con aquellos a los que sólo conocía en las redes sociales. Acabó concluyendo que “hay algo peor que un amigo en Facebook. No tener amigos”.
La vida ya es digital
El testimonio de Paul Miller es una gran reflexión sobre la importancia que ha adquirido Internet en nuestras vidas, en cómo lo impregna todo, hasta en el más pequeño de los detalles.
Tanto a nivel personal como profesional, en ocasiones es complicado mantenerse al margen de la Red, especialmente ahora cuando muchas de las profesiones del futuro pasan necesariamente por ser digitales y cuentan con Internet y las nuevas tecnologías como herramientas indispensables para su desarrollo.
U-tad, Centro Universitario de Tecnología y Arte Digital, es un buen ejemplo de esta apuesta por la especialización en titulaciones orientadas a profesiones vinculadas a la economía digital.
Buenos ejemplos los tenemos en sus titulaciones en el Área de Digital Business como el «Grado en Dirección Internacional de Empresas», «Experto universitario en Global digital Business», el «Máster en Mobile Business» , el «Máster en Digital Business» o el «Experto en Digital Experience Design».
Además, cuenta también con programas en el área de Ingeniería como el «Grado en Ingeniería en Contenidos Digitales», «Experto universitario en Desarrollo de proyectos de software», el «Máster en Programación de Videojuegos», el «Máster en programación de apps para smartphones y tablets» , o sus programas de «Experto en Cloud Computing» o «Experto en Big Data».
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