Análisis
Ford Mustang GT: pólvora
Siempre que hay duda es que no hay ninguna duda Sam (Ronin, 1998)
Hace mucho que no paseaba por mi antiguo barrio. De hecho hace mucho que no puedo permitirme dar un paseo tranquilo. Pero hoy es diferente. Mientras voy andando pelo una naranja con las manos y voy dejando las mondas en las papeleras. En el semáforo enfrente de mi antiguo colegio echo los últimos trozos de cáscara a la basura. El semáforo se pone verde pero no cruzo. Me quedo mirando a la fachada del viejo edificio que literalmente se cae a trozos. Puedo escuchar los gritos de los niños jugando en el patio. Abro la naranja que se niega a desplegarse y se rompe empapándome las malos con su jugo. Me meto un gajo a medio romper en la boca y me chupo los dedos mientras sigo mirando al colegio. Pocas veces podía permirme el lujo de llevarme una naranja como merienda al colegio pero el olor de esta naranja me trae el recuerdo de una de esas escasas veces. Por eso estoy aquí.
Susana, Susanita, pecosa y frágil siempre con falda roja y azul, siempre con una sonrisa como si la infancia fuera un analgésico, una droga, no el tormento que me trajo a mi cada hora del día, cada noche sin poder dormir por los gritos de mis padres, por el frío y el dolor. Susana me preguntó que qué estaba comiendo. Me miré las manos incrédulo, pensando que si no era evidente: «Una naranja» le dije «está buena». Era como una tarea que nos habíamos impuesto todos, no sacar a Susanita de su felicidad, ser siempre amables y parecer alegres. Y Susana me recompensó con una risita: «me alegro» dijo balanceándose como hacía siempre para que su falda cobrara vida. Hice el gesto de ofrecerle pero ella lo rechazó con una sonrisa. «No gracias. ¿Puedo quedarme a ver cómo te la comes?» Así era Susana. Le gustaba ver a los demás haciendo… cosas. Y entonces esa luz tan fuerte que hizo que se me cayera la naranja dejando un charco en el suelo. El beso de Susana en la mejilla. «Nos vemos Carlos. Aquí, en quince o veinte años. No se.» Y Susanita desapareció con un último revoloteo de falda. Me termino la naranja y cruzo. Quizás hoy pueda volver a ver a Susana.
¿Cuál es la razón de la existencia de los coches deportivos? Se trata de vehículos absurdos, ilógicos, muchas veces incómodos, poco manejables y poco eficientes con maleteros pequeños y que consumen demasiado. Son coches que frente a la racionalidad de lo híbrido plantean la épica del sonido ronco de grandes y numerosos cilindros dispuestos en V y apelan sin tapujos a las emociones, desde la línea de sus carrocerías hasta sus prestaciones.
Modelo analizado | Ford Mustang |
Motor y acabado | Fastback GT 5.0 Ti-VCT V8 |
Potencia | 450 CV |
Velocidad máxima | 249 Kmh |
Aceleración o-100 | 4,6 s |
Largo/ancho/alto | 4789/1916/1382 mm |
Potencia máxima RPM | 450 CV 7.000 rpm |
Par máximo Nm/RPM | 529 Nm |
Caja de cambios | Manual 6 velocidades |
Web | https://www.ford.es/ |
Precio | 50.471 euros |
En la historia de los coches deportivos el Ford Mustang ocupa un lugar histórico, no por lo exclusivo sino precisamente por lo contrario. Y es que Ford, uno de los fabricantes de automóviles que mas contribuyó a la democratización de este vehículo, también quiso democratizar los absurdos deportivos. Envidiosos de la glamurosa imagen que proyectaban los deportivos europeos, el entonces jefazo de Ford Lee Iacocca (de ascendencia italiana, por cierto) encargó el diseño de un deportivo asequible que pudiera competir no solamente con los modelos italianos sino con la naciente y prohibitiva raza de Muscle Cars americanos.
Deportivo Americano
Desde su nacimiento el Ford Mustang ha proyectado esa imagen de deportivo americano que se ha prolongado hasta nuestros días, llegando incluso a conocer una versión eléctrica que poco tiene que ver con el concepto original pero que, como vimos, mantiene algunas de sus señas de identidad. En esta ocasión en MuyComputer hemos podido probar el heredero directo de la familia, el Ford Mustang GT en su versión más tradicional con ocho cilindros y cinco litros de gasolina.
Aunque este modelo ha visto muy modernizado su aspecto, la primera impresión al ver el Ford Mustang GT supone un verdadero viaje al pasado de estos Pony Car que revolucionaron en su día el concepto de deportivo. Se trata de un coche de líneas fuertemente dinámicas y deportivas, grandes faros, una amplia calandra y una carrocería que respira el mismo concepto que le llevó allá por el año 1966 a alcanzar el millón de unidades vendidas.
Para se un deportivo se trata de un coche grande, con una longitud de 4,8 metros es casi tan grande como un Ford S-Max o un Hyundai Santa Fe. Además con una altura de 1,38 metros parece aún más largo. Pero es que además también es un coche ancho, con su más de 1,90 metros es más ancho que el mencionado S-Max o incluso que el Galaxy y roza los 1,92 metros de furgonetas de 9 plazas. Esto hace que por sus dimensiones no sea un coche cómodo para ciudad o fácil de aparcar.
Agresivo
El imponente morro que oculta el motor de ocho cilindros luce una rejilla de toma de aire en el capó, una parrilla imponente con el símbolo del caballo en su parte central y un agresivo faldón rematado en plastico negro que incluso muestra dos agresivas protuberancias. El habitáculo empieza muy atrás para caer repentinamente hasta el spoiler trasero que corona el maletero. Las grandes llantas subrayan la línea deportiva de este deportivo puramente americano.
En la parte trasera encontramos los clásicos grupos ópticos de tres elementos colocados a los lados de la zaga que ha heredado también la versión eléctrica. La insignia GT luce orgullosa en el centro en una placa circular y supone toda una declaración de intenciones y casi una forma de vida: la de un Gran Turismo que ha sobrevivido década tras década hasta llegar a una era de electrificación sin perder un ápice de personalidad. Dos tubos de escape dobles parecen subrayar el que este coche no se encomienda a la electricidad para moverse sino tan sólo para prender la chispa de los cinco litros de gasolina que cíclicamente van llenando sus cilindros.
El conjunto es un coche deportivo que no pasa desapercibido fácilmente pero que tampoco exhíbe su deportividad con ese desparpajo excesivo a veces rayando el mal gusto de algunos deportivos americanos del pasado. Se nota que hay cierto cuidado por mantener un aspecto más «europeo» a la vez que no se renuncia a unas líneas que son plenamente reconocibles en una saga que lleva 60 años arrancando sonrisas a conductores de todo el mundo.
Mucho espacio… delante
Cuando abrimos la enorme puerta que da acceso al interior del Mustang la impresión es peculiar ya que hay elementos que parecen sacados de un modelo clásico y por otro lado pinceladas de tecnología que nos devuelven al siglo XXI. En cualquier caso se trata de un interior amplio, con grandes asientos deportivos para los ocupantes de las plazas delanteras y acabados en los que se mezclan plásticos duros pero de buen tacto y cuero sintético con costuras como el que encontramos en el salpicadero, túnel central o en los fuelles de la palanca de freno de mano y cambio.
Uno de los toques de modernidad que encontramos en el interior de este Ford Mustang GT es sin duda la pantalla que reemplaza el panel de instrumentos. Es de 12 pulgadas y es configurable para mostrar distintos tipos de información. Está enmarcada por una moldura de plástico bastante profunda que dibuja dos círculos unidos por un rectángulo con una forma inspirada en los diales para la velocidad y las revoluciones que encontraríamos en un Mustang de otras épocas.
Esta pantalla puede configurarse y cambia la forma de mostrar la información dependiendo de los modos de conducción que elijamos. Así, si escogemos la modalidad de circuito desaparecen los relojes indicadores y tendremos un indicador de revoluciones en forma de barra horizontal que ocupa toda la parte superior de la pantalla. El resto de información, incluyendo en este caso la temperatura de distintras partes del motor, qué marcha estamos utilizando y la cifra de velocidad, se muestra en la parte inferior.
Detalles clásicos
Los detalles estéticos más clasicos se pueden ver por ejemplo en los interruptores que encontramos en la parte inferior central del salpicadero, junto al botón de encendido. Con estos interruptores de tipo palanca podremos activar las luces de emergencia, activar o desactivar el control de tracción o seleccionar los mencionados modos de conducción. Un poco más arriba y hundido en el salpicadero encontramos la pantalla de ocho pulgadas que corresponde al sistema de información y entretenimiento.
Es un sistema más anticuado que el que por ejemplo encontramos en su pariente el Mustang Match-e, pero es más moderno que el de los Mustang de la anterior generación ya que dispone del sistema SYNC3 compatible con Android Auto y Apple Car Play. Tiene un funcionamiento bastante intuitivo aunque la gráfica es algo anticuada, pero en realidad eso hace juego con los elementos más «clásicos» del coche y por otro lado no tenemos ninguna queja de sus funciones.
Los asientos de los ocupantes de las plazas delanteras son grandes y cómodos con una estética muy «americana». Quizás demasiado grandes para envolver de forma eficaz en las curvas sobre todo por el material de imitación de cuero que es algo deslizante, pero nada que resulte incómodo si no buscamos realmente los límites. Por otro lado son mullidos y tienen ajuste lumbar por lo que son muy adecuados para realizar muchos kilómetros.
Por otro lado los asientos de la parte de atrás son pequeños e incómodos y no disponen de reposacabezas. Aún así hay espacio suficiente para dos adultos no demasiado altos que irán en cualquier caso menos sacrificados que en otros deportivos 2+2, gracias sobre todo al gran tamaño del Mustang que permite que haya algo más de espacio para las piernas que en otras alternativas. No son plazas indicadas para hacer viajes largos en cualquier caso.
Buen maletero
En lo que respecta al maletero el Mustang también saca partido de su tamaño y su línea de coche americano. La capacidad es muy amplia, nada menos que 408 litros (lo que podemos encontrar en un SUV mediano, por ejemplo) que se abren casi por completo al levantar el portón trasero por lo que el acceso casi hasta el fondo es sencillo. En el modelo que hemos probado hay parte del maletero tras los pasos de rueda que está ocupada por un imponente subwoofer que contribuye al rendimiento de los graves en el equipo de música.
Pero a pesar de que el aspecto de este Ford Mustang GT, tanto en el exterior como en su interior, nos transporta a los muscle y pony cars de los años 60, el momento álgido de toda prueba de un coche como este es la de conducirlo. Y el comienzo de la experiencia es pulsar el botón de encendido. En ese momento es cuando el coche se sacude de encima el letargo vibrando al son de los ocho cilindros en V danzando sobre la culata de aluminio debajo del enorme capó.
Y es difícil resistirse, tras estas primeras bocanadas de aire a través de la moderna inyección directa y las cuatro válvulas por cilindro que forman la mezcla explosiva junto con la vieja gasolina, a no pisar el acelerador para comprobar con cuánta facilidad suben de revoluciones los 450 caballos que se impacientan ante nosotros. No es hasta después de un rato en el que nos aclimatamos a esa vibración que nos acuna suavemente pero con fuerza cuando nos decidimos a meter la primera marcha.
Sonido V8
Aunque el sonido de un V8 que hace disfrutar a todo aficionado al motor, Ford es consciente que por otro lado puede resultar molesto para las personas que se encuentren cerca. Por ello en el Ford Mustang GT es posible activar un modo silencioso que incluso es programable a ciertas horas que mediante una válvula activa en el sistema de escape del coche que reduce notablemente el ruido que producimos. Luego, ya lejos de los vecinos, podemos desactivarlo y seguir con nuestra música.
A propósito de ello hay que comentar que uno de los elementos que nos ha gustado de este Mustang que luce con orgullo la placa del 55 aniversario de haber pisado por primera vez el asfalto es el sistema de sonido llamado Shaker Pro. Este equipo a través de sus doce altavoces y el ya mencionado subwoofer de ocho pulgadas compiten con el ronroneo del V8 cuando estamos en carretera. Por eso es importante encontrar el correcto maridaje musical, en nuestro caso y antes de lanzarnos a la carretera con nuestro Ford Mustang GT azul elejimos Thunderstruk de AC/DC… y el retrovisor empieza a vibrar.
Metidos en plena y lógica revolución eléctrica ponerse al volante de un evolucionado V8 es toda una experiencia. La aceleración es firme incluso a bajas revoluciones y se nota mucho el empuje de los 529 Nm de par que proporciona el motor. Entre las 1.000 y las 7.5000 revoluciones todo lo que hay entre medias es diversión absoluta. El cambio de marchas es rápido y muy preciso, como en un verdadero deportivo. Es de tipo sincronizado por lo que al reducir el coche automáticamente aumentará las revoluciones cuando saquemos una marcha para meter otra y así hacer que los discos del embrague no sufran y el coche pueda traccionar más rápido.
Modos de conducción
En autopista y sobre todo en carreteras que no tengan el asfalto en perfectas condiciones la suspensión deportiva transmite quizás demasiado las irregularidades del terreno. Se soluciona configurando la amortiguación en el modo más confortable. Aunque no es un coche que se distinga en ese apartado, los buenos asientos y la mencionada regulación pueden permitirnos convertirle en un vehículo con el que hacer bastantes kilómetros.
Cuando afrontamos carreteras algo más comprometidas es cuando el coche muestra su verdadera personalidad. Nos ha gustado mucho el control de tracción, que es de los que acompañan más que imponer su voluntad e incluso puede regularse para permitir en parte cierta pérdida de adherencia que nos servirá para hacer bailar el coche en las curvas más cerradas. En cualquier caso con los sistemas de ayuda a la conducción al máximo el coche sigue siendo muy divertido, cosa que no es demasiado habitual.
Los distintos modos de conducción convierten a este Mustang en todo un juguete. No solamente encontramos un modo para mejorar la adherencia con el suelo mojado sino que dentro de los modos más dinámicos hay nada menos que tres (Sport, Sport+ y Track) que modifican la sensibilidad del acelerador, la dureza de la dirección e incluso el sonido del escape sino que también se ha introducido el modo Launch Control para conseguir que el coche arranque desde parado de forma instantánea.
Finalmente hablar de consumos para un coche como este es casi absurdo. Estamos hablando de un coche que tiene que llenar 5.000 centímetros cúbicos de gasolina para mover el cigueñal. Así que no es raro incluso teniendo cierto cuidado que superemos los 15 litros cada 100 kilómetros. Nada que no esperemos de un motor V8 tan grande. El único problema es que al disponer de un depósito de 61 litros la autonomía es bastante limitada (sobre todo si nos dejamos llevar y subimos esos 15 litros de consumo casi sin darnos cuenta).
Conclusiones
Sentarse al volante de un Ford Mustang es siempre un placer, sobre todo si se trata un modelo con un V8 «de toda la vida». Y sentarse detrás de ese capó grande y poco práctico invita a reflexionar y a llegar una vez más a la conclusión de que coches como este nos llevan a lo más atavico de la historia del automovilismo, de cómo nuestra relación con estas máquinas trasciende muchas veces la mera función de transporte. De cómo un coche es capaz de emocionarnos y emocionar.
Por eso y aunque seamos unos convencidos de la necesidad de la revolución eléctrica para tener unos cielos más limpios, también creemos que tiene que haber espacio no solamente para la nostalgia sino para las emociones. No creo que debamos desprendernos de ese vínculo con el automóvil que nos ha acompañado desde sus orígenes en el que ciertas carrocerías nos hacen girarnos en la calle para admirar sus líneas o para cerrar los ojos por un momento y escuchar el ronroneo de un V8 de otros tiempos. Y si de cuando en cuando podemos sentarnos tras el volante, salir de la ciudad y compartir con ellos emociones pues mejor que mejor.
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