Los expertos ponen en duda la existencia del Planeta Nueve

Hace tres años hablamos del Planeta Nueve, un vecino espacial muy lejano que según los primeros estudios estaría situado en lo que conocemos como el sistema solar exterior, una zona alejada de la ubicación de Plutón, y que a consecuencia de ello tendría una enorme órbita alrededor del Sol.

Los expertos que sostienen la existencia del Planeta Nueve se apoyaban en una idea muy sencilla: explicaría el comportamiento excéntrico de los asteroides y otros cuerpos que se encuentran situados transneptunianos situados en los límites de nuestro sistema solar. La idea es simple, el Planeta Nueve ejercería un efecto de atracción que serviría para explicar ese comportamiento anormal, una hipótesis que para algunos científicos sitúa en un 90% las probabilidades de que dicho planeta sea real.

Sin embargo, cuando hablamos de hipótesis nunca hay nada totalmente seguro. Un nuevo estudio presentado por astrónomos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y de la Universidad Americana de Beirut (El Líbano), ha puesto en duda esta idea al sugerir que lo que habría en la ubicación de esos objetos transneptunianos sería un enorme disco formado por restos de hielo, polvo y piedra, cuya masa sería diez veces mayor a la de la Tierra.

Es importante tener en cuenta que este estudio no descarta por completo la posibilidad de que exista el Planeta Nueve, pero se perfila como una alternativa viable y perfectamente creíble a la hipótesis que lanzaron los expertos en 2016 sobre dicho planeta.

Por otro lado también hay que recordar que cuando hablamos del Planeta Nueve nos movemos en distancias tan grandes es muy complicado llegar a confirmar su existencia de forma rotunda. Como hemos dicho éste se encuentra en el límite exterior de nuestro sistema solar y su órbita tampoco facilita las posibilidades de estudiarlo, ya que se estima que tarda entre 10.000 y 20.000 años terrestres en completar una vuelta al Sol.

Interesante, no solo por lo que representa esta nueva hipótesis, sino porque confirma, una vez más, que ni siquiera estamos preparados para descubrir todos los misterios de nuestro sistema solar. Nuestra propia fragilidad como especie se une a las limitaciones que presenta el estado de la tecnología a día de hoy, dos hechos que, en conjunto, actúan como un gran freno en la explocarión espacial.