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Calidad gráfica y fotogramas por segundo, un poco de sentido común
La eterna dualidad existente en el mundo del videojuego de calidad gráfica y fotogramas por segundo está más de moda que nunca, algo que podemos achacar en gran medida a la llegada de las consolas de nueva generación.
A la hora de disfrutar adecuadamente de un juego hay que buscar un buen equilibrio entre esos dos elementos, pero dentro de ellos hay una serie de ideas básicas o claves que debemos tener muy en cuenta y que normalmente se ven empañados o incluso tergiversados por desconocimiento o intereses propios, una realidad que por desgracia ha llegado a hacer mucho daño.
Estoy seguro de que sabéis a qué me refiero, perlas como «sólo se puede jugar bien a 60 fotogramas por segundo», o «yo es que si no juego en ultra prefiero no jugar», claros ejemplos de comentarios que es mejor sacar de nuestra cabeza cuanto antes.
No, no es necesario correr todo a 60 FPS o 120 FPS, un nuevo disparate que he visto en algunos sitios por referencia a los monitores de 120 Hz, ni tampoco es necesario mover el juego en calidades máximas para disfrutarlo.
En este artículo profundizaremos en estos dos elementos, fotogramas por segundo y calidad gráfica, os explicaremos qué es importante y por qué y qué prioridades debemos tener a la hora de configurar un juego para conseguir una experiencia óptima.
Fotogramas por segundo
Cuando hablamos de fotogramas por segundo (FPS) nos referimos a la cantidad de imágenes sucesivas que un determinado equipo es capaz de obtener con un juego concreto a unos determinados niveles de calidad.
Como vemos los FPS dependen de tres grandes elementos:
- Exigencia del propio juego.
- El hardware de nuestro equipo.
- La configuración general de calidad gráfica, resolución incluida.
En contra de lo que muchos «entendidos» creen la tasa de refresco del monitor y los FPS son dos cosas diferentes. La tasa de refresco hace referencia al número de veces que se actualiza nuestra pantalla cada minuto, de forma que 1 Hz es igual a 1 ciclo por segundo.
Si nuestro monitor es de 60 Hz una tasa de 60 fotogramas por segundo será óptima y nos permitirá disfrutar de una sensación visual más cómoda, menos cansada y mareante, pero no es un requisito imprescindible.
Calidad gráfica
Entendemos por calidad gráfica los diferentes ajustes que nos permiten ajustar un determinado juego para que luzca mejor o peor, dependiendo de si aumentamos o reducimos dichos ajustes.
No vamos a entrar en complicadas explicaciones ya que no conseguiríamos llegar a todos nuestros lectores y tampoco conseguiríamos nuestro objetivo, que es fijar una serie de claves que os sirvan de ayuda, sino que nos limitaremos a repasar una base común y simple pero muy útil.
Dentro de un juego podemos distinguir cinco grandes categorías de ajustes principales:
- Texturas: afectan al acabado de personajes, objetos y escenarios, siendo la capa «que los viste» y hace que luzcan con mayor o menor detalle y nitidez. Las diferencias entre utilizarlas en calidad baja y media suele ser enorme, mientras que el salto a calidad alta y ultra apenas es visible, por lo que un nivel medio o alto es el ajuste óptimo.
- Sombras: han evolucionado enormemente y por lo general tienen un gran impacto a nivel de rendimiento, pero al igual que ocurre con las texturas el salto de bajo a medio es muy fuerte, pero no tanto de medio a alto o ultra, así que es otro punto que podemos reducir para mejorar el rendimiento.
- Efectos especiales y de postprocesado: añaden diferentes efectos que hacen que el juego luzca más bonito aunque por lo general suelen tener un impacto considerable en el rendimiento.
- Filtros: permiten acabar con los molestos dientes de sierra y mejorar las texturas (filtro anisotrópico), algo que notamos sobre todo en objetos gráficos a media y larga distancia. La llegada de variantes de suavizado de bordes como el FXAA permiten disfrutar de esta mejora sin consumir tantos recursos, mientras que el filtrado anisotrópico en niveles controlados tampoco demanda mucha potencia.
- Resolución: actualmente el protagonismo se centra en resoluciones 720p y 1080p, más conocidas como HD y Full HD, pero hay otras intermedias como 768p (1.366 x 768) y 900p (1.600 x 900). Lo ideal es ajustar la resolución a la que tenga de forma nativa nuestro monitor, de forma que lo último que recomendamos es sacrificar resolución para subir o mantener otros ajustes y el motivo es simple, si reducimos la resolución por debajo del estándar de nuestra pantalla tendremos un pixelado muy molesto.
Fotogramas por segundo y juegos
A la hora de determinar la tasa óptima de fotogramas por segundo en juegos debemos tener claro que no hay una cifra fija, y no sólo porque dependa de los gustos de cada usuario, sino porque no afecta de igual forma a todos los juegos.
Os puedo dar una explicación sencilla recurriendo a una experiencia personal y es que en su momento tuve que apurar un ahora vetusto Pentium a 133 MHz, pero ello no me impidió disfrutar de juegos como Final Fantasy VII o Heroes of Might and Magic 3, ya que estaban basados en un sistema de turnos que reducía la importancia de los fotogramas por segundo.
Entendéis la idea, ¿verdad? A nivel general, y tirando de experiencia personal a lo largo de mis 25 años de jugón puedo decir que éstas son las tasas de fotogramas por segundo por géneros que debemos considerar como mínimas para obtener una experiencia satisfactoria:
- Juegos de acción en primera persona: En este grupo se encuadran juegos como Call of Duty, Destiny, DOOM y demás. Lo ideal son 60 FPS, y además se notan, pero con un mínimo de 40 FPS estables podemos disfrutar de una experiencia razonablemente buena, aunque en modo multijugador pueden marcar una diferencia importante. Si caen a menos de 30 notamos molestias.
- Juegos en tercera persona: Podemos incluir juegos como GTA, The Evil Within, Tomb Raider y Resident Evil. Perfectamente jugables a 30 FPS fijos, que podemos apurar a un mínimo de 25 FPS, ya que más allá empiezan la molestias.
- Juegos por turnos: Podemos agrupar sagas como Final Fantasy o Heroes of Might and Magic. En estos casos los 30 FPS son más que suficientes, pero podríamos jugar sin grandes molestias hasta a 20 FPS.
- Juegos de conducción: Como simuladores de coches y motos, por poner un ejemplo. Los 60 FPS marcan una diferencia clara y me resultan totalmente recomendables en este tipo de juegos.
- Juegos de estrategia en tiempo real: Titulos como DOTA 2 o League of Legends, entre otros. Dado su carácter eminentemente competitivo jugar a menos de 60 FPS puede incluso llegar a ser una desventaja frente a nuestros rivales, aunque lo mínimo recomendable son 40 FPS estables.
Notas finales
Como vemos a la hora de disfrutar un juego no es totalmente necesario buscar un nivel de calidad máxima ni tampoco ir a por los 60 FPS sí o sí, debemos buscar un equilibrio que nos haga sentir cómodos y cuyas bases os hemos explicado.
La paridad de resolución gráfica con la nativa de nuestro monitor debe ser nuestra prioridad, seguida de calidad de texturas y sombras, ya que es lo que tendrá un mayor impacto visual en general, y posteriormente podemos ir jugando con los restantes ajustes hasta conseguir el equilibrio que mejor se ajuste a nuestros gustos y posibilidades del equipo.
Antes de terminar debéis tener claro que no vale la pena, por ejemplo, sacrificar los 60 FPS en un shooter para pasar de calidad gráfica media-alta a ultra, ya que no percibiremos las mejoras pero sí la caída de rendimiento, un ejemplo que sería extensible a otros juegos y a sus respectivas franjas óptimas de fotogramas por segundo.
Con esto queremos decir que si para ir más allá de calidad media o alta tenéis que enfrentar una caída de fotogramas por segundo los ajustes que estáis aplicando dejan de ser óptimos en relación al beneficio que obtenéis, y por tanto deberíais reconsiderarlos y revertirlos.
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