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NASA parchea el firmware de la sonda Voyager 2
NASA ha parcheado el firmware de Voyager 2 para solucionar problemas en el sistema de control AACS que dirige, entre otros apartados la orientación de la sonda espacial. También aborda la cuestión de los residuos de combustible que se acumulan en los estrechos tubos de sus propulsores. El objetivo principal es lograr que la nave (y su hermana la Voyager 1) sigan explorando el espacio al menos hasta que se cumplan 50 años de sus lanzamiento.
Suzanne Dodd, directora del proyecto Voyager del JPL a cargo de la misión, lo explica: «Este parche es como una póliza de seguro que nos protegerá en el futuro y nos ayudará a mantener estas sondas en funcionamiento el mayor tiempo posible. Estas son las únicas naves espaciales que jamás han operado en el espacio interestelar, por lo que los datos que envían son excepcionalmente valiosos para nuestra comprensión de nuestro universo local».
El firmware de Voyager 2
No todos los días se puede actualizar el firmware de sistemas informáticos que se desarrollaron en la década de 1970 y en una nave espacial que se encuentra más allá de los límites de nuestro sistema solar. Voyager 2 se encuentra a 20.000 millones de kilómetros de la Tierra, mientras que la Voyager 1 se sitúa 2.000 millones de kilómetros más allá.
El parche se lanzó el viernes sobre la Voyager 2, el banco de pruebas actual para estas actualizaciones y en caso de que algo salga mal a pesar de meses de comprobaciones, pruebas y validaciones en la Tierra, al menos la Voyager 1 pueda seguir funcionando. Ésta es la más alejada de la Tierra por lo que se considera que sus datos científicos son los más valiosos y además la comunicación con la Voyager 2 es más fácil al estar más «cerca».
Y entrecomillamos porque la comunicación con ellas, una vez fuera del sistema solar, es muy lenta, 160 bits por segundo por lo que se tardan al menos 18 horas para enviar datos a la nave (y otro tanto de vuelta). Debido a la antigüedad de la nave espacial y al retraso en la comunicación, existe cierto riesgo de que el parche sobrescriba el código esencial o tenga otros efectos no deseados en la sonda. Si no surgen problemas inmediatos, el equipo emitirá un comando el sábado 28 de octubre para ver si el parche está funcionando como debería. No son las primeras actualizaciones de software (ni serán las últimas) y en varias ocasiones se ha perdido la comunicación con las sondas.
La aplicación técnica del parche se enfoca al sistema de control y los residuos de combustible. Los propulsores de las Voyager se utilizan principalmente para mantener las antenas de las sondas apuntando a la Tierra para poder mantener las comunicaciones. Las naves espaciales pueden girar en tres direcciones: arriba y abajo, izquierda y derecha y alrededor del eje central, como una rueda. Mientras hacen esto, los propulsores encienden y reorientan automáticamente las naves para mantener sus antenas apuntando a la Tierra.
El problema llega de los residuos de combustible generados y que se acumulan en los tubos de entrada. Cada disparo de los propulsores añaden pequeñas cantidades de residuos, pero acumulados gradualmente a lo largo de décadas. En algunos de los tubos de entrada la acumulación se está volviendo significativa y para frenarla el JPL ha diseñado ajustes en el rango de rotación que permitan un menor número de la puesta en marcha de los propulsores.
Los ingenieros no pueden saber con certeza cuándo se obstruirán completamente los tubos de entrada, pero esperan que ello no suceda hasta dentro de al menos cinco años y poder celebrar el 50 aniversario del lanzamiento. No es fácil, como indican desde el equipo de control de misión que llevan en el Laboratorio del JPL: «A estas alturas de la misión, el equipo de ingeniería se enfrenta a muchos desafíos para los cuales simplemente no tenemos un manual… Pero siguen encontrando soluciones creativas».
Misiones Voyager, toda una hazaña
La misión Voyager estaba originalmente programada para durar sólo cuatro años y enviar ambas sondas más allá de Saturno y Júpiter. La NASA amplió la misión para que la Voyager 2 pudiera visitar Urano y Neptuno y en 1990 la NASA volvió a ampliarlas con el objetivo de enviar las sondas fuera de la heliosfera, una burbuja protectora de partículas y campos magnéticos creada por el Sol. La Voyager 1 alcanzó el límite en 2012, mientras que la Voyager 2 (que viaja más lentamente y en una dirección diferente que su gemela) lo alcanzó en 2018.
Ambas han estado viajando a través del sistema solar (ahora más allá) durante las últimas cuatro décadas y juntas, han transformado la comprensión de nuestro vecindario estelar y revelando información sin precedentes sobre el espacio interestelar más allá de la esfera de influencia del Sol en una zona a la que el ser humano no puede acceder.
Además de su valor científico, las Voyager llevan en su interior un objeto muy especial por si una civilización avanzada las encuentra algún día. Se trata del Disco de oro de las Voyager, un disco de gramófono con los «Sonidos de la Tierra» que retratan la diversidad de la vida y la cultura de nuestro planeta. Fue seleccionado por un comité que presidió Carl Sagan. «Una botella lanzada al océano cósmico» como la definió el gran divulgador científico.
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