Cómo elegir tu nuevo SSD: cinco errores que no debes cometer
Elegir tu nuevo SSD puede ser un auténtico desafío. La enorme variedad de soluciones que podemos encontrar hoy en día en el mercado, sus distintas prestaciones y sus diferentes rangos de precio hacen que tomar esta decisión acabe siendo algo muy complicado, sobre todo si tenemos pocos conocimientos o si no estamos al día.
Al final es fácil equivocarnos con todas las variables que debemos tener en cuenta, y por eso hoy quiero compartir con vosotros esta guía dedicada a descubrir cinco errores que no debes cometer a la hora de elegir tu nuevo SSD. En este artículo os los voy a explicar al detalle, como de costumbre, pero si al terminar de leerla tenéis cualquier duda recordad que podéis dejarla en los comentarios.
Quiero recordaros, antes de empezar, que una unidad SSD es un componente imprescindible a día de hoy, incluso en aquellos equipos más económicos que solo vayan a ser utilizados para ofimática, navegación web y reproducción de contenidos multimedia. La razón es muy sencilla, incluso en equipos tan modestos un SSD marca una diferencia enorme frente a un HDD, porque reduce los tiempos de encendido y de apagado, mejora la respuesta general del equipo y hace que las acciones básicas se ejecuten al instante.
Cinco errores que debes evitar al elegir tu nuevo SSD
1.-Formato incompatible con tu placa base
Es uno de los errores más comunes, y uno de los más graves que puedes cometer a la hora de elegir tu nuevo SSD, porque te impedirá utilizarlo y no tendrás más remedio que devolverlo. A día de hoy existen, en el mercado de consumo general, dos grandes tipos de formatos que son los más utilizados, el de 2,5 pulgadas y el M.2.
Las unidades SSD en formato de 2,5 pulgadas tienen un proceso de instalación prácticamente idéntico al de una unidad HDD de 2,5 pulgadas, lo que significa que podemos atornillarlo al chasis si este cuenta con espacios dedicados, o deberemos insertarlo en una bahía dedicada. Se conectan a un puerto SATA y utilizan un conector SATA para la alimentación, así que van conectados a la fuente y a la placa base.
Los modelos M.2 tienen un tamaño mucho más pequeño y compacto, y se conectan directamente a una ranura de la placa base. No requieren conector de alimentación adicional, pero se comercializan en diferentes tamaños, así que deberemos tener mucho cuidado a la hora de elegirlo. Por ejemplo, la variante M.2 2280 es la de mayor tamaño, mientras que la M.2 2242 es la más corta, y por tanto la más pequeña.
Antes de elegir piensa en qué ranura o conector de tu placa base vas a utilizar, plantéate si tienes disponibles líneas PCIe para montar esa unidad, y si cuentas con los conectores necesarios. Recuerda que esto es clave porque la mayoría de placas base desactivan puertos SATA cuando tenemos ocupadas todas las ranuras M.2. Tener una tarjeta de red inalámbrica también cuenta.
2.-Estándar inferior, o superior, al soportado por tu PC
Sin duda otro de los errores más comunes a la hora de elegir un nuevo SSD. Actualmente tenemos tres grandes tipos de estándares, el SATA, que nos da acceso a unidades SSD que pueden superar los 550 MB/s, el estándar PCIe Gen3, que en su modalidad x4 nos permite utilizar unidades que pueden rondar los 3.500 MB/s, y el estándar PCIe Gen4, que en su versión x4 hace posible que las unidades SSD lleguen a los 7.500 MB/s.
El estándar PCIe Gen5 todavía no ha debutado en el mercado de consumo general, pero se espera que las unidades SSD compatibles con dicho estándar alcancen los 16.000 MB/s, siempre que se instalen en una ranura compatible y funcionando en x4 (cuatro líneas PCIe).
Si al elegir tu nueva unidad SSD te decantas por una que utilice un estándar inferior al que soporta tu placa lo más probable es que, en general, tengas un rendimiento más que suficiente para disfrutar de una buena experiencia de uso. Esto no sería un error grave salvo casos muy concretos, pero la verdad es que teniendo en cuenta que la diferencia de precio entre suele ser pequeña es mejor optar por un modelo acorde a las prestaciones y capacidades de nuestro equipo.
Así, por ejemplo, comprar un SSD PCIe Gen3 x2 cuando disponemos de un conector x4 no sería un error grave, pero por un poco más podríamos hacernos con un modelo superior que será el doble de potente. Tenedlo en cuenta sobre todo si vais a utilizar el PC para jugar, ya que con la llegada de la tecnología DirectStorage esto podría acabar marcando por fin una diferencia importante.
Por otro lado, comprar una unidad SSD que utiliza un estándar superior al soportado por nuestro PC sí que es un error grave, porque al final habremos gastado dinero de más en un componente que realmente no vamos a aprovechar. Un ejemplo muy sencillo sería comprar una unidad PCIe Gen4 x4 cuando solo tenemos disponible una ranura compatible con PCIe Gen3 x2.
3.-Unidades QLC y TLC: elige sabiamente
La llegada de los SSDs con memoria QLC ayudó a reducir bastante el precio de este tipo de unidades de almacenamiento, pero tuvo una contrapartida importante, y es que también redujo su resistencia a ciclos de escritura, y tuvo un cierto impacto en el rendimiento. Lo más importante en este sentido son los ciclos de escritura, principalmente porque dependiendo del modelo que escojamos la diferencia frente a una unidad con memoria TLC puede ser de un 50%.
Esto no quiere decir que las unidades QLC no tengan sentido, pueden ser una buena opción en casos muy concretos, pero la verdad es que, en general, las soluciones TLC son una opción más interesante, y es la que deberíamos elegir en la mayoría de los casos. Ofrecen un valor interesante y equilibrado en relación precio-rendimiento, y tienen una buena resistencia a ciclos de escritura, lo que se traduce en una vida útil más larga.
Si te preguntas cuándo debes elegir una unidad QLC la respuesta es muy sencilla, cuando vayas a utilizar esa unidad para mantener almacenados archivos y contenidos pesados que no vayas a eliminar durante largos periodos de tiempo, y cuando no tengas previsto someterla a ciclos de escritura frecuentes. Os pongo un ejemplo, yo tengo una unidad SSD QLC de 4 TB que utilizo únicamente para tener instalados esos juegos que nunca me plantearía borrar a corto o medio plazo, y para ciclos de escritura más frecuentes tengo una unidad SSHD.
Para el resto de escenarios de uso utilizo unidades SSD con memoria NAND Flash TLC, que ofrecen una mayor resistencia a ciclos de borrado y escritura. La conclusión que debéis sacar de esto es muy sencilla, pensad en qué tipo de uso le vais a dar a la unidad SSD que vais a comprar y elegid en consecuencia.
4.-Rendimiento y/o capacidad insuficiente
Es un tema importante, sobre todo en lo que respecta a la capacidad, puesto que al final incluso un SSD de gama baja es capaz de ofrecer un rendimiento excelente. A la hora de elegir tu nuevo SSD debes pensar, como dije en el apartado anterior, el uso que le vas a dar, y en la cantidad de almacenamiento que vas a necesitar. No seas corto de miras, haz un análisis pensando a largo plazo, ya que de lo contrario es probable que esa nueva unidad de almacenamiento se te quede pequeña antes de lo que te gustaría.
Hay varios perfiles generales de uso que me permiten daros un guión bastante sencillo en este punto. Para un equipo dedicado a ofimática y tareas básicas un SSD con un tamaño mínimo de 256 GB ya sería suficiente, y no necesitaríamos un modelo muy rápido y caro. Por contra, si lo vamos a utilizar para juegos deberíamos hacernos con una unidad que alcance al menos los 2.400 MB/s, que es el listón mínimo fijado para juegos de la presente generación debido a las especificaciones de Xbox Series S-X, y no debería tener menos de 1 TB de capacidad.
Si a la hora de elegir tu nuevo SSD optas por un modelo más lento puede que no tengas problemas ahora mismo, pero es probable que cuando los desarrollos se centren en aprovechar unidades más rápidas, y cuando se estandarice la tecnología DirectStorage, tu experiencia de uso no sea totalmente óptima en juegos. En aplicaciones básicas, navegación y ofimática no tendrás ningún problema.
Por lo que respecta a la capacidad de almacenamiento es un tema muy fácil de entender. Si en un intento de ahorrar dinero eliges una unidad que se queda corta en capacidad vas a tener muchos problemas. Borrar y reinstalar constantemente grandes cantidades de datos porque tu SSD no tiene la capacidad que necesita es acelerar su muerte, y comprar una nueva unidad te supondrá un gasto adicional que, al final, puede hacer que este error te salga muy caro.
5.-Lo barato te puede salir muy caro
En este punto podríamos traer a colación el error al elegir la capacidad de almacenamiento que realmente necesitamos, pero la verdad es que me refiero al problema que están dando algunas unidades SSD muy baratas que se venden en determinadas tiendas. En ocasiones, esas unidades SSD no son realmente lo que aparentan, ya que en realidad montan pendrives (unidades de almacenamiento USB) que están pegadas y conectadas para simular un SSD.
También hay casos en los que aun siendo unidades SSD no cumplen con lo que prometen, y casi siempre tienen una baja vida útil. Es cierto que tienen a su favor el precio, puesto que suelen ser muy económicas, pero en general son una mala inversión. Tengo casos de personas cercanas que se dejaron llevar por el gancho del precio y que compraron unidades SSD de 256 GB por 10 euros que, en realidad, eran lo que os he dicho antes, un USB pegado a un chasis de 2,5 pulgadas.
Con todo, también he podido probar unidades SSD de marcas poco conocidas que al final han funcionado sin problemas, así que con esto no quiero decir que un SSD barato no sea una opción, simplemente me refiero a que debemos evitar aquellas ofertas que parezcan demasiado buenas para ser verdad. Pensad que, ahora mismo, lo más normal es que un SSD SATA III en formato de 2,5 pulgadas con una capacidad de 128 GB ronde los 16-20 euros. Si vemos una oferta por 5 euros tenemos motivos de sobra para pensar mal y evitarla.
Al final siempre es mejor invertir un poco más a la hora de elegir tu nuevo SSD que apurar al máximo e ir a por modelos más que dudosos. En caso de duda, lo mejor que puedes hacer es comprar siempre en tiendas de confianza que te garanticen una devolución en caso de que algo salga mal, así podrás estar totalmente tranquilo.