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Twitter elimina la cuenta de seguimiento del jet de Elon Musk
«Mi compromiso con la libertad de expresión se extiende incluso a no prohibir la cuenta que sigue a mi avión, aunque eso es un riesgo directo para la seguridad personal«. Eso decía Elon Musk, en su cuenta de Twitter, hace poco más de un mes, el pasado siete de noviembre. Una afirmación contundente… cuestionable, pero contundente, y con la que pretendía dejar claro que para él la libertad de expresión era un derecho absoluto e irrenunciable, aún cuando pudiera estar por encima de otros, como el derecho a la propia seguridad.
Digo que su afirmación es cuestionable porque, en realidad, dicha cuenta de Twitter lo único que hacía era recoger un tipo de información que es pública y de la que se nutren servicios tan populares como FlightRadar24 y otros. Los aviones, cuando están en vuelo, emiten de manera permanente una señal con datos sobre el mismo (identificador, velocidad, altitud, etcétera) y esos datos son recogidos por una basta red de antenas (tanto públicas como privadas), que permiten llevar a cabo el seguimiento de los vuelos en tiempo real.
Y para dejar todavía más claro cuán accesible es, ¿quieres saber cuál era el origen de los datos empleados en la cuenta de seguimiento del jet de Elon Musk? Pues la web ADB-S Exchange. La información sobre los vuelos solo se oculta en determinados casos y geografías concretas, principalmente en aquellas en las que no son amigos, vaya por Dios, de la libertad de expresión. En el resto del mundo, como puedes comprobar con los múltiples servicios de este tipo, se puede y se debe saber.
My commitment to free speech extends even to not banning the account following my plane, even though that is a direct personal safety risk
— Elon Musk (@elonmusk) November 7, 2022
Sin embargo, parece que el compromiso de Elon Musk con la libertad de expresión es un poco como el Guadiana, por aquello de que aparece y desaparece. La diferencia es que el río lo hace por razones ambientales y del entorno, mientras que en el caso del nuevo propietario de Twitter, parece responder más bien a lo que le parece bien o mal en cada momento. Y no sé, que me lo digan si me equivoco, pero un «compromiso» que va y viene en función de la conveniencia y/o el estado de ánimo personal no es un compromiso, es más bien una campaña de marketing.
Hace solo unos días, el creador de la cuenta de Twitter que daba seguimiento a los desplazamientos del jet de Elon Musk afirmaba que le habían informado, en privado, de que su cuenta sufría un shadowban, es decir, que para él todo parecía funcionar bien, pero que en realidad sus mensajes eran ocultados al resto de usuarios de la red social. Y podía parecer una exageración, pero visto lo ocurrido hoy, de repente empieza a parecer bastante más probable.
Seguramente la justificación de Musk y Twitter para esta medida sea su política de tolerancia cero con los bots, ¿no? Pues como argumento suena fenomenal… hasta que vemos datos como los que proporciona SparkToro al auditar su cuenta. Para no gustarle nada los bots, parece que aquellos que engrosan su legión de seguidores no han tenido tan mala suerte como el que publicaba los vuelos del jet del multimillonario:
Un 70,2%, siete de cada diez seguidores. Dicho de otra manera, de ser totalmente precisos los datos que proporciona esta herramienta online, de los 121,3 millones de supuestos seguidores de Elon Musk en Twitter, «solo» 36,9 millones serían reales. Y sí, he escrito solo entre comillas porque cerca de 37 millones sigue siendo un volumen enorme. Pero claro, resulta llamativo que, en la lucha contra los bots, la primera cuenta en caer haya sido una que le incomodaba, y no el más de 84 millones de cuentas «sospechosas» según dicho informe que le siguen.
Quien quiera creer que la cuenta de seguimiento del jet ha caído por ser una cuenta bot, que lo crea, faltaría más. Pero a quienes les parezca demasiada casualidad como para que sea una simple casualidad, les (nos, pues me incluyo en este grupo) favorece el principio de parsimonia o, como es más conocido, la navaja de Ockham. Y claro, de su mano, un ejercicio de hipocresía de los que sirven para identificar de una manera más clara a las personas.
«Libertad de expresión mientras que no me moleste a mí» no es libertad de expresión, por mucho que uno se esfuerce en retorcer argumentos para intentar justificarlo. Y parece que en esas estamos en Twitter, con el supuesto adalid de la libertad de expresión al frente. Pero bueno, es Twitter, al menos nos quedan las respuestas de hoy al tweet de noviembre, el que no se consuela es porque no quiere. Eso sí, la próxima vez que se plantee volver a presentarse como un defensor de la libertad de expresión, será mejor que recuerde lo que ha ocurrido hoy… y que cierre la boca.
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