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COP 27, otra pérdida de tiempo que el planeta no puede permitirse
[Opinión] COP 27, la nueva Cumbre del Clima organizada por la ONU, ha comenzado a celebrarse en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheikh. Reunirá hasta el 18 de noviembre a mandatarios de 200 países invitados, políticos, líderes empresariales, activistas y otros representantes de la sociedad civil y la verdad es que -vistos los resultados de cumplimiento de anteriores cumbres– no creemos que sirva para nada efectivo.
Los objetivos de la COP 27 te sonarán porque son los que se repiten una y otra vez: «adoptar medidas en ciertas cuestiones esenciales para hacer frente a la emergencia climática, que incluyen desde la reducción urgente de las emisiones de gases de efecto invernadero, el fortalecimiento de la resiliencia y la adaptación a las consecuencias inevitables del cambio climático, hasta el cumplimiento de los compromisos de financiación de la acción climática en los países en vías de desarrollo».
Charlas y más charlas… sin resultados concretos, con pocos acuerdos, menos compromisos e incumplimiento de los mismos. Y es que si una Cumbre sobre el clima comienza sin que algunos de los mayores contaminadores del planeta (Rusia, China e India) vayan a participar y con otro gran contaminante, Estados Unidos, en modo de mínimos (Joe Biden no acudirá hasta final de la semana) imagina si puede servir para algo. Y encima con detenciones de manifestantes
Ciertamente, la reciente crisis energética provocada por la guerra iniciada por Putin en Ucrania, no ayuda. Las concentraciones récord de gases de efecto invernadero y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos son medibles y palpables y el mayor objetivo de esta COP27 debe ser volver atrás (otra vez), renovar la solidaridad entre los países para cumplir el histórico Acuerdo de París, eliminando sin ambiguedades el uso y la producción de combustibles fósiles y aumentando la financiación climática de los países ricos hacia los de menos recursos.
COP 27, ¿queda alguna esperanza?
Naciones Unidas ha lanzado una advertencia (otra más) en el inicio del COP 27: los últimos ocho años han sido los más cálidos registrados hasta la fecha y por ello será muy difícil alcanzar el compromiso de París de no superar los 1,5 grados de aumento de la temperatura respecto a los niveles preindustriales. No será difícil, es ya imposible.
Más allá de lo que podríamos pensar ante la reducción de la actividad económica que supuso la pandemia del coronavirus, durante dos años hemos estado sumando una nueva y lamentable dimensión a los peligros relacionados con el tiempo, el clima y el agua, con un amplio abanico de impactos combinados en la salud y el bienestar de los seres humanos. Y ahora la guerra de Putin…
El verano ha pasado en el hemisferio occidental con unas olas de calor sin precedente por un cambio climático imparable que está teniendo graves repercusiones en el desarrollo socioeconómico del mundo; las migraciones y los desplazamientos; la seguridad alimentaria, los ecosistemas terrestres y marinos, y también las enfermedades humanas que empeoran por las sequías, incendios y las inundaciones derivadas de un Cambio Climático, que ya ni siquiera los mayores negacionistas pueden obviar.
El mundo está al borde del abismo y lo cierto es que estamos haciendo bien poco por frenarlo. ¿Hay alguna esperanza de que este COP 27 sirva para algo? Definitivamente tenemos muy pocas de que los mismos tipos que nos han llevado hasta aquí sean los que nos saquen del precipicio. Como para poner al zorro (siempre hambriento de incrementar sus intereses multimillonarios) a cuidar a las ovejas.
Se puede entender que no se puede suprimir de un plumazo nuestro sistema de vida, pero teniendo en cuenta las alertas de «al borde del abismo» o el «código rojo» que llevan citando desde hace décadas todos los informes científicos, sería deseable cumplir con acciones concretas no ya para revertir el cambio climático, sino para atender la mayor emergencia global humana: proteger la misma existencia de nuestra especie.
Ya hemos cruzado todas las líneas rojas. No hace falta ya ningún informe para concluir que nos estamos cargando el planeta y poniendo en peligro la supervivencia futura de los humanos y también de numerosas especies vegetales y animales. La responsabilidad (mayoritaria que no total) que las actividades humanas y el sistema económico y de vida implantado en las últimas décadas tienen en ello es indudable. La Tierra que nos acoge se está defendiendo. O cambiamos ya o nos cambiará con hambrunas, personas sin hogar, enfermedades y desplazamientos en una escala global que cambiará nuestro mundo.
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