A Fondo
4 razones para no usar Google Chrome
Google ha puesto a Chrome en el ojo del huracán con sus intenciones de implementar Manifest V3 en detrimento de la segunda versión de la especificación. Si bien la compañía la vende como una gran mejora, la realidad es que todo apunta que podría suponer el fin de los bloqueadores de publicidad y por ende una reducción del poder que tienen los usuarios sobre los contenidos que son mostrados a través de la web.
Gracias a la maquinaria de Google y a su fuerte posición dominante, Chrome se ha erigido, por méritos propios, en la mayor amenaza contra la libertad de los usuarios. Las críticas que ha recibido la compañía han hecho que le diera un año más a Manifest V2, pero que nadie se haga ilusiones mientras Chrome retenga en torno al 65% de cuota tanto en escritorio como en móviles, con Microsoft Edge (en escritorio) y Apple Safari (móviles) como únicos competidores relativamente sólidos, y para el colmo el primero emplea básicamente la misma tecnología que el navegador de Google.
Es obvio que Chrome se ha convertido para más de uno en un satanás de altos vuelos, pero las cosas no siempre fueron así e incluso la aplicación, o más bien el proyecto del que deriva, Chromium, fue en su momento un soplo de aire fresco en un sector, el de los navegadores web, que se había quedado estancado en unas formas de funcionar más bien propias de principios de siglo.
Chromium, una revolución necesaria
Chromium vio la luz el 2 de septiembre de 2008, misma fecha en que apareció la beta de Chrome para sistemas operativos Windows. A nivel estético ambos son idénticos y durante más de una década compartieron características como la sincronización a través de una cuenta de Google, pero internamente tienen algunas diferencias importantes que hacen al primero más de fiar que el segundo.
Chromium es software libre, así su código fuente está disponible de forma pública para que cualquiera pueda tomarlo, modificarlo y redistribuirlo. Sin embargo, está publicado principalmente bajo las condiciones de la BSD de tres cláusulas, una licencia muy permisiva con la que es posible crear derivados privativos.
Y aquí es donde llegamos a la trampa creada por Google. La laxitud de la licencia BSD de tres cláusulas permite a la compañía cerrar el código fuente cuando crea Chrome, lo que abre la puerta a la introducción de otros componentes y mecanismos que no pueden ser auditados libremente por un tercero. Las sospechas sobre esa posible práctica han hecho que el derivado haya sido acusado en más de una ocasión de ser un spyware.
La laxitud de la licencia BSD de tres cláusulas no solo es aprovechada por Google, sino también por Microsoft en Edge, Vivaldi (aunque muchas veces publica el código fuente a destiempo) y Opera. Brave, por su parte, opta por publicar su código fuente bajo la licencia MPLv2 (la misma que usa Firefox), por lo que se mantiene como software libre o incluso refuerza ese frente al emplear una licencia más restrictiva.
Dejando aparte la autotrampa de Google, la cual obviamente está hecha para que caigan los usuarios en ella, no es menos cierto que Chromium fue a nivel tecnológico una revolución necesaria para aprovechar mejor un hardware que por entonces no era tan moderno, además de haber sido el principal impulsor de HTML5.
Chromium introdujo una característica llamada multiproceso, la cual, como bien indica su nombre, le permite ejecutarse en diferentes procesos. Este enfoque tiene el inconveniente de requerir, por lo general, de más recursos de hardware, pero también trae importantes ventajas como que, si uno de los procesos del navegador se cae, la aplicación tiene muchas opciones de seguir en pie (por ejemplo, se cae una pestaña mientras el resto sigue funcionando con normalidad), cosa que suma a un mejor aprovechamiento de los procesadores multinúcleo.
La parte del mejor aprovechamiento de los procesadores multinúcleo es posiblemente la que más han notado los usuarios, sobre todo en caso de emplear uno que tenga cuatro o más núcleos. En este punto Chrome fue ampliamente superior a Firefox durante años, hasta que Mozilla publicó Quantum en 2017. Para notar la diferencia no hacía falta usar un quad-core de última generación, sino que en 2016 la superioridad de Chromium/Chrome era claramente manifiesta sobre un viejo Core 2 Quad.
Cambiando de tema, Chrome ha sido el principal impulsor de HTML5 en el escritorio, y es que, de no ser por Google y Apple, a día de hoy seguiríamos usando Adobe Flash para reproducir vídeo a través de los navegadores web. Apple vetó a Flash en iOS y Google fue limitando su radio de acción en Chrome, mientras que la propia tecnología de Adobe se la pegó a la hora de asaltar Android.
Si bien es cierto que al principio la reproducción de multimedia a través HTML5 no iba fina, desde hace años va mucho mejor y es mucho más eficiente que Flash, cuyo excesivo consumo de recursos podría haber hecho inviable el soporte para 4K en YouTube y otras plataformas de vídeo debido, principalmente, a la autonomía de la batería de los portátiles (y los móviles también en caso de haber tenido éxito).
Sin embargo, las heroicidades de Chromium son ya parte del pasado, ya que Firefox también ha adoptado el multiproceso y en los últimos meses ha mejorado enormemente. A nivel de multimedia, hace tiempo que Microsoft Edge está por encima de Chrome al menos en Windows, mientras que Chromium se está quedando detrás de Firefox en Linux en aspectos como la aceleración por hardware, el soporte de Wayland y la integración con elementos como libadwaita para hacer funcionar el tema oscuro de forma automática en GNOME. Por otro lado, el uso de Chromium pelado solo es popular entre los usuarios de Linux.
Ahora sí, volviendo al presente, vamos a mencionar cuatro razones de por qué deberías de dejar de usar Google Chrome.
No se puede saber qué hace realmente Google Chrome
Como ya hemos dicho, Google Chrome es un derivado de Chromium al que le cierran el código fuente, así que el producto oficial del gigante del buscador no puede ser auditado libremente por un tercero, sino que, muy probablemente, tenga que hacerlo mediante un contrato con draconianas condiciones en términos de secretos y confidencialidad.
El hecho de que Chrome sea software privativo, unido a la torticera trayectoria que ha tenido Google en materia de privacidad, dispara los rumores de que la compañía incluye mecanismos de rastreo adicionales que podrían ser especialmente agresivos contra la privacidad del usuario. Sea o no cierta esa afirmación, sí se ha podido saber que Google incumplió las condiciones de la navegación privada en su navegador web, lo que deja al gigante del buscador en una situación de escasa credibilidad.
Eso sí, nos centramos en Chrome porque es el protagonista de esta entrada, pero lo expuesto aquí puede ser aplicado a Microsoft Edge, Opera y parcialmente Vivaldi. En consecuencia, si se quiere un navegador Chromium que ofrezca transparencia, lo suyo es aportar por Chromium pelado (aunque su uso solo es popular entre los usuarios de Linux), Ungoogled Chromium o Brave, a los cuales se pueden sumar otros derivados que se mantienen como código abierto de verdad (cosa que no es el caso de Vivaldi).
Tu privacidad, lejos de estar garantizada
Esta razón deriva de la anterior, que si bien la hemos centrado en la privacidad, deja la puerta abierta a otras muchas cosas. Chromium puede ser orientado con fines éticos, aunque es importante tener en cuenta que la privacidad en Internet tiene mucho de ficción y poco de realidad, pero dejando a un lado esa cuestión, es obvio Chrome es un producto hecho por y para seguir los intereses de Google, que vive en buena medida de cosas como la publicidad dirigida.
Aquí posiblemente merezca la pena resaltar el caso de FLoC, el intento de Google por jubilar las cuestionadas cookies de terceros. La idea en sí no era mala, pero viendo el currículum de la corporación nadie se fiaba, así que Mozilla, Brave y Vivaldi decidieron posicionarse en contra. El fuerte rechazo en torno FLoC obligó a Google a tener que descontinuarlo y sustituirlo por otro mecanismo llamado Topics.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que Google sí cuida la seguridad y bastante, porque sino nadie usaría sus servicios. La cuestión está en cómo usa la compañía los datos que acapara de los usuarios, y es que, debido a que estos no pagan por los servicios suministrados por el gigante del buscador, el producto termina siendo el propio usuario por la típica relación que se desarrolla en torno a muchos productos y servicios que se ofrecen de forma gratuita.
Evita un monopolio
Que Chrome cuenta con un “monopolio”, o más bien una clarísima posición dominante, es una realidad incontestable, así que esta razón va más allá del producto oficial de Google para abarcar un espectro mayor, el de los navegadores Chromium.
Desde hace muchos años los navegadores web alternativos tienden a coger Chromium, tecnología impulsada por Google, en lugar de Firefox como base. La razón viene en buena medida de la tardanza de Mozilla a la hora de responder correctamente a los avances tecnológicos aportados por Chromium, que durante mucho tiempo se mostró claramente superior en aspectos como el rendimiento (sobre todo en la carga de JavaScript) y en la reproducción de contenidos multimedia.
Pero volviendo al tema, cambiar Chrome para usar otro navegador Chromium, ya sea Microsoft Edge, Vivaldi, Opera o Brave, es prácticamente saltar de la sartén para caer en las brasas, ya que no deja de ser una forma de alimentar el poder absoluto de Google sobre la web. El día en que Chromium se haga con todo el mercado, su tecnología podría terminar por suplantar a la mismísima W3C. La web funcionaría siguiendo los criterios de Chromium y no los de la W3C, tal y como pasó en su momento con Internet Explorer.
En resumidas cuentas, si uno quiere evitar el monopolio de Chrome, lo suyo no es emplear Microsoft Edge, Vivaldi, Opera o Brave, sino Firefox, que se ha consolidado como la última resistencia viendo que WebKit no se prodiga demasiado más allá del Safari de Apple.
Si usas Linux, te estás quedando tecnológicamente atrás
Siendo realistas, Firefox está tecnológicamente por detrás de Chromium, pero hay un sistema en el que el navegador de Mozilla sigue dando guerra de verdad: Linux.
El desarrollo de Chromium para Linux no va al ritmo que debería desde hace años, lo que ha permitido a Firefox remontar hasta situarse por delante en algunos aspectos como la integración con Wayland (el protocolo gráfico que aspira a suceder a Xorg), la aceleración por hardware y la integración con libadwaita, así que Firefox adopta el tema definido a través de la implementación base de GNOME, mientras que en Chromium esto debe ser forzado manualmente si es que lo soporta.
Sin embargo, la mayoría de las mejoras que han permitido a Firefox para Linux remontar frente a Chromium han sido introducidas por Red Hat y no por Mozilla. A pesar de que la fundación ha mejorado su relación con Linux en los últimos años (y muy probablemente forzada por las circunstancias), su aportación sigue sin ir mucho más allá del motor de renderizado y las características compartidas con los otros sistemas.
Linux se ha convertido en el único bastión fuerte que le queda a Firefox, y no solo porque es ahí donde tiene proporcionalmente más fieles, sino también porque es el único terreno donde todavía compite tecnológicamente con Chromium, aunque sea por el hecho de que la dinámica dentro de ese sistema es diferente a las de Windows y macOS.
Conclusión
Como vemos, hay razones para no usar tanto Chrome como Chromium, no solo para mejorar la privacidad que uno obtiene cuando navega por la web, sino también para contribuir a que su definición siga estando realmente a cargo de la W3C y no de Google, que es a fin de cuentas la propietaria Chromium a pesar de ser un proyecto de código abierto.
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