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Elon Musk contravino el contrato de confidencialidad firmado con Twitter
A los que pensaban/pensábamos que con la confirmación de la compra de Twitter por Elon Musk se había llegado al final del culebrón, la realidad nos reservaba algo muy, muy distinto. En realidad, y siguiendo con el símil de las telenovelas, podemos considerar aquel momento con el final de una primera temporada cuyos responsables todavía no han firmado la renovación y, por cortesía con sus seguidores, optan por un final sin cliffhangers, pero con mucho margen para lo que pueda venir a continuación.
Pocos días después de finalizada la emisión de la primera temporada, llega el acuerdo de renovación, a la sombra de un gran éxito de público y crítica, y lo que parecía un final cerrado empieza a hacer aguas por todas partes, para solaz de una audiencia muy satisfecha con las cuitas de los requetemuchimillonarios. Inés Rodena, con su mítica «Los ricos también lloran», nos adelantaba lo que estamos viviendo en estos días, Televisa no solo se anotó un enorme éxito, también sumó la clarividencia a su currículum.
Primero llegaron las impugnaciones a la compra de Twitter o, al menos, a los plazos definidos para la misma. Algunos gestores de planes de pensiones con inversiones en Twitter consideraron que la falta de un plazo adecuado para revisar correctamente los parámetros de la fusión podían comprometer sus inversiones y, por lo tanto, las pensiones de jubilación de sus clientes. Algo que, quiero pensar, será tenido en cuenta por los reguladores que deben supervisar la operación.
En otras operaciones de adquisición la discreción es un aspecto clave. En los últimos tiempos hemos visto cómo Microsoft completaba la compra de Zenimax, y como NVIDIA finalmente no se hacía con la propiedad de ARM Holdings. Dos operaciones con distinto resultado, pero en las que todas las partes se han mostrado muy discretas durante el proceso. Claro, en el caso de la compra de Twitter, esperar que Elon Musk sea discreto no es pedirle peras al olmo, es como plantar una moneda de 50 céntimos y esperar un árbol de billetes de 100 euros.
Porque, y esto hay que admitirlo guste o no, Elon Musk es un bocazas. Con mejores o peores intenciones, con aciertos y con fallos que perduran en la memoria, pero hablamos de un genuino bocazas, de esos que cuando hablan sube (o baja) el pan el Bitcoin y, durante las últimas semanas, especialmente antes pero también después de confirmarse la adquisición, no ha escatimado en comentarios sobre Twitter en todos los sentidos.
Hace solo dos días dio un golpe de efecto al afirmar que la operación quedaba en pausa hasta poder verificar el volumen real de cuentas falsas en Twitter. Unas semanas antes de la confirmación de la compra, Twitter ya dio algunos datos sobre los cálculos de su volumen de usuarios reales del servicio, y cabría pensar que Musk ya habría realizado alguna indagación al respecto antes de lanzarse a la compra. Porque no queremos pensar que se haya podido embarcar en una operación tan ambiciosa sin hacer antes los deberes, ¿verdad?
Sea como fuere, al anuncio de que dejaba la operación en suspensión lo sucedieron algunos tweets (como no podía ser de otra manera, claro), con uno en particular en el que afirmaba que iba a realizar sus propias comprobaciones al respecto (¿cómo?, que no lo había hecho antes? Me quedo estupefacto…) y que para ello realizaría la medición con 100 cuentas aleatorias, la misma cantidad empleada por Twitter para realizar dicha comprobación.
El problema está en la parte destacada en negrita del último párrafo. Efectivamente, Twitter realizó esa prueba basándose en 100 cuentas aleatorias. ¿Y cómo lo sabe Elon Musk? Porque ese dato figura en el acuerdo suscrito entre ambas partes. Hasta aquí todo bien, salvo por un detalle, y es que ambas partes habían suscrito un acuerdo de confidencialidad (NDA). Dicho de otra manera, Elon Musk ha difundido algo que se comprometió, por escrito, a no difundir. Algo que el mismo admitió, a posteriori, en otro tweet.
Cada día tengo más claro que Musk no era el más listo de su clase, pero tampoco creo que sea tan tonto como para no ser consciente de que estaba divulgando algo que no debería divulgar. Entonces, ¿a qué atiende esta actitud? ¿Qué está buscando con esta provocación? ¿Quizá desviar la atención de los reguladores? ¿Tal vez renegociar el importe de compra? ¿Una excusa para dar marcha atrás después de haberse dado cuenta de las implicaciones económicas de la operación? Ojalá saberlo, pero aún nos faltan unos episodios para llegar a ese punto.
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