Instagram: un peligro para la salud mental
No lo voy a negar, me gusta Instagram. No suelo acceder a diario, pero sí que procuro acordarme de hacerlo al menos dos o tres veces por semana. Sigo cuentas de lo más variadas: amistades, conocidos, celebridades, algunos medios… en fin, una selección de lo más variada, en la que lo mismo me encuentro paisajes espectaculares que rostros amigos. En ocasiones me suelo plantear que seguramente sea la red social menos tóxica de las masivas, y que quizá debería dedicarle más tiempo en detrimento de las demás.
Sin embargo, esto no quiere decir que Instagram me parezca un lugar ideal. Aunque un tanto llevado al extremo, pero creo que Nosedive. el primer episodio de la tercera temporada de Black Mirror, captura muy bien todo lo que hay tras muchas de las publicaciones que podemos ver en Instagram. Y sí, es comprensible que todos procuremos dar nuestra mejor imagen, pero hay una diferencia entre elegir hacernos fotos de uno u otro perfil, e intentar construir un falsa perfección que proyectar al resto del mundo.
Ya he escuchado algunas veces eso de «Nadie es tan feliz como parece en Instagram ni está tan enfadado como aparenta en Twitter». El problema, no obstante, es que esas poses proyectan una imagen tremendamente irreal, que puede llegar a distorsionar la percepción que algunas personas tienen de la misma. Después de un par de horas viendo imágenes de Instagram, es posible que todo lo que te rodea te parezca feo y gris. Y eso también aplica, por supuesto, a lo que ves reflejado en el espejo.
Aunque hay casos para todo, tendemos a interpretar que los adultos somos conscientes de ello, que sabemos diferenciar la realidad de lo que nos muestran las redes sociales. No estoy totalmente de acuerdo, he conocido a muchas personas de mi edad (cuarentaytantos) e incluso mayores tremendamente influenciables por redes sociales como Instagram. Pero bueno, esto no es una enmienda a la totalidad, así que me centraré en el grupo de usuarios sobre el que trata esta noticia, los adolescentes.
Ya hablamos, hace unos meses, de los planes de Facebook para crear un Instagram para niños, una idea tan aberrante que rápidamente recibió una respuesta social no especialmente positiva. Y si ya lo era simplemente con la información con la que contábamos hace unos meses, tras leer este artículo de The Wall Street Journal, cambio la definición de aberrante a asqueroso. Con todas las letras, y es que Facebook sabe que Instagram es malo para la salud mental de los adolescentes.
En un documento interno de Facebook al que el diario ha tenido acceso, podemos leer frases como estas: «El treinta y dos por ciento de las adolescentes dijeron que cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram las hacía sentir peor» y «Las comparaciones en Instagram pueden cambiar la forma en que las mujeres jóvenes se ven y se describen a sí mismas«. Nada nuevo, además, pues según parece los resultados son consistentes con el paso de los años.
¿Y cuál es el origen de dicho estudio? ¿Tal vez algún poderoso lobby que actúa en contra de las redes sociales? ¿Algún grupo de investigación que le tiene manía a Facebook? Pues no, lo cierto es que se trata de un estudio interno, llevado a cabo por la propia red social. Un estudio que lleva ya mucho tiempo realizándose: «Empeoramos los problemas de imagen corporal para una de cada tres adolescentes«, afirmaba una presentación interna sobre Instagram en 2019
¿Puede ser peor? Sí, puede serlo, ya que otra presentación, también interna, afirmaba que un pequeño porcentaje de usuarios adolescentes de Instagram, británicos y estadounidenses, afirmaron que comenzaron a tener pensamientos suicidas debido al servicio. Más concretamente, debido al cúmulo de contenidos de la red social diseñados para generar estímulos supernormales. La realidad, incluida la de uno mismo, comparada con lo que se ve en Instagram, es decepcionante. Uno mismo, en comparación con lo que se ve en Instagram, es decepcionante.
Sé que se suele hablar de los jóvenes de hoy en día como la generación de cristal, lo siento pero no puedo estar de acuerdo con ese planteamiento. Y es que olvidamos que están sometidos a un nivel de exposición que nosotros, a su edad, ni siquiera podríamos haber imaginado. Viven en un contexto social en el que las redes son un elemento básico de comunicación, y al tiempo un escaparate en el que deben mostrar siempre su mejor versión, ya sea en Instagram, en TikTok o en Facebook. Bueno, en Facebook no, precisamente por eso Facebook compró Instagram, para llegar a una audiencia que se le escapa.
La adolescencia es una época de miedos, de cambios y de inseguridades. Si en nuestros tiempos ir a clase con un corte de pelo nuevo, con un cambio de estilo de vestir o lo que fuera ya nos ponía un tanto nerviosos, ¿qué ocurriría si en vez de vernos las 20 o 3o personas con las que compartíamos aula, habláramos de una audiencia de centenares, de miles o puede que incluso más? Caray, creo que incluso siendo adultos, descubrir de un día para otro que nos siguen miles o decenas de miles de personas nos plantearía unas cuantas inseguridades. Eso es Instagram.
Facebook responde al estudio sobre la incidencia de Instagram en la salud mental de los adolescentes argumentando que sus servicios no son intrínsecamente buenos o malos para las personas. Y este punto es indiscutible, claro. El problema es que, aún siendo conscientes de este problema desde hace años, se hayan planteado un Instagram para niños. Y es que ahora ya no pueden alegar desconocimiento sobre los efectos que podría tener. Y eso, y aclaro que esta es una opinión muy personal, en la que solo me involucro a mí mismo, me parece ser particularmente miserable.