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Realidad virtual y reencuentros con difuntos, algo sobre lo que reflexionar
La realidad virtual siempre me ha parecido una tecnología fascinante y con un potencial enorme. Poder recrear entornos a voluntad, y adaptarlos a necesidades o deseos concretos, rompe una y mil barreras. No en vano, herramientas como los simuladores de vuelo profesionales han sido empleadas durante años para recrear una realidad determinada con fines formativos, y el lento pero progresivo despliegue de esta tecnología con fines lúdicos también está suponiendo una revolución en este campo, como reflejaba Steam en sus estadísticas de 2020.
La realidad virtual no es buena ni mala per se, y sé que esto puede parecer una obviedad, pero ante casos como el que voy a comentar a continuación, se suele producir una respuesta en contra de los medios empleados, en vez de centrarse en el uso dado a los mismos. Por eso he aclarado que la tecnología me encanta, solo para decir a continuación que usos, como el dado por un programa de televisión coreano a la misma, me generan bastante rechazo.
Por si todavía no sabes de qué estoy hablando, debes saber que I Met you un programa de televisión de Corea del Sur, ha empleado la realidad virtual para que Kim Jung-soo, un viudo con cinco hijos se «reencontrara» con su mujer. Una versión rudimentaria de lo planteado por Black Mirror en el episodio Be right back, uno de los mejor valorados de la serie, y que ya abrió en su momento un debate que, con lo ocurrido en I Met you, resurge con más fuerza.
Para esta recreación, que no es la primera llevada a cabo por el programa, se han dedicado seis meses a preparar la recreación, mediante realidad virtual, del modelo de la mujer fallecida, así como a preparar a la actriz que imitó la voz y los movimientos de la difunta. Como podrás comprobar en este vídeo, más abajo, mediante un sistema telemétrico el modelo tridimensional reprodujo los movimientos de la actriz en el entorno de realidad virtual en el que el padre de familia se reencontró con su mujer fallecida. Anteriormente, llevaron a cabo una acción similar para «reencontrar» a una madre con su hija, fallecida.
No negaré que se me pone la piel de gallina mientras escribo esto y pienso en todas las implicaciones. Obviamente, la tecnología subyacente es mucho más sencilla que la propuesta en Be right back, si bien el objetivo es similar: proporcionar una experiencia de reencuentro con una persona fallecida. En I Met you hablamos de realidad virtual, mientras que en Black Mirror lo hacíamos de inteligencia artificial controlando un artefacto que emulaba al difunto. La idea es igualmente estremecedora en ambos casos.
Impacto psicológico: ¿un duelo perdido?
La muerte y el duelo ante la pérdida de un ser querido son, seguramente, el proceso más traumático al que se debe enfrentar el ser humano, y aunque es vivido de diversas maneras en las distintas culturas, percibirla al modo en el que ocurría en Un Mundo Feliz es solo posible en un contexto en el que no existen los lazos interpersonales, que es algo aterrador en realidad. Más incluso que la propia idea de la muerte, me atrevería a decir.
La experiencia vital nos va enseñando a asimilar la muerte como una realidad inevitable, que no obstante siempre hemos intentado combatir. En parte con las ciencias de la salud, que han permitido que la esperanza de vida haya seguido una curva ascendente desde hace hace décadas, pero también en parte con los medios que la tecnología ha ido poniendo a nuestro alcance. Hoy es con realidad virtual, pero también desde hace cerca de dos siglos, con la llegada del daguerrotipo y la fotografía post-mortem.
La barrera que se ha cruzado en este caso, eso sí, es que ya no hablamos de mantener recuerdos del difunto, sino de intentar negar su marcha. Y no soy psicólogo, pero tengo la sensación de que si asimilar la muerte de un ser querido es un proceso complejo y doloroso, recrear a esa persona, ya sea con inteligencia artificial, con realidad virtual o con una combinación de ambas, puede tener un efecto muy negativo en el proceso de duelo y aceptación de la pérdida.
Recuerdo los últimos días de Ramón, mi padre (hace ya más de una década), inconsciente, conectado a un respirador y con sus funciones vitales sostenidas gracias a la medicación y las máquinas. Él, en realidad, ya no estaba, pero durante los días que permaneció en ese estado, yo seguía percibiendo que sí que estaba, los primeros días por esperanza en una más que improbable mejoría, los últimos por aferrarme a lo que fuera para negar la pérdida.
Estaba fumando un cigarrillo en la pequeña pradera de la entrada del Hospital Príncipe de Asturias, de Alcalá de Henares, cuando recibí una llamada (esperada) en la que me confirmaron que acababa de fallecer. Di las gracias, colgué y empecé a procesar la pérdida, porque ya no tenía a qué aferrarme para negarla. Justo tres semanas después repetí el proceso (esta vez sin la llamada, eso sí) con Higinio, mi abuelo materno.
En ambos casos, tardé en terminar de asumir lo ocurrido y seguir adelante. Y no me considero particularmente fuerte ni particularmente débil, pero al verlo con perspectiva, a día de hoy, creo que de haber podido reencontrarme con cualquiera de ellos en una simulación de realidad virtual, las ganas de negar su pérdida podrían romper en mil pedazos todo el trabajo que tuve que hacer en su momento para asumir que se marcharon. Temo, incluso, la posibilidad de llegar a un punto en el que la percepción emocional me llevara a querer creer que la realidad virtual fuera la real.
Quizá en un futuro a medio plazo o lejano sea así, quizá la realidad virtual, combinada con la inteligencia artificial, nos ofrezcan un atisbo de inmortalidad. Quizá la realidad virtual pase a primer plano en lo referido a mantener «vivos» a nuestros seres queridos, y si algo así se llega a normalizar, por extraño que pueda parecer hoy en día, entiendo que la psicología de la muerte cambiará sustancialmente, haciendo mucho más sencillos los procesos de duelo.
Realidad virtual, difuntos y tabaco
Sin embargo, a día de hoy, pienso que crear una experiencia de realidad virtual como la experimentada por Kim Jung-soo en I Met you puede ser como ese cigarrillo que te fumas furtivamente después de tres años sin fumar. Piensas que no es nada, te convences a ti mismo de que después volverás a no necesitarlo. Y en ocasiones efectivamente es así, pero en otras (y me temo que son la mayoría), unos días o semanas después, en los que te has fumado alguno más, pensando que ya lo has superado, te das cuenta de que has vuelto, y que posiblemente incluso con más intensidad que cuando lo dejaste.
A día de hoy, con la tecnología actual, un reencuentro esporádico mediante realidad virtual con un ser querido y perdido puede proporcionar unos minutos de inmensa felicidad, pero lo más probable es que, tras los mismos, sea necesario volver a asumir la pérdida. Y si alguien recurre a una solución de este tipo, probablemente hablemos de una persona para la que este proceso fue particularmente doloroso y complejo. Es decir, que tiene más posibilidades de recaer, y tener que volver a empezar casi desde el principio.
Soy consciente de que mi punto de vista puede sonar muy conservador, y también confieso que la idea de que haya un día en el que nuestros conocimientos, nuestra memoria y nuestra personalidad se puedan «volcar» a una IA me parece tentadora, y ya ni qué decir de la propuesta de San Junípero, por seguir en Black Mirror. Sin embargo, una recreación ad hoc mediante realidad virtual, me recuerda mucho a aquel puñetero cigarrillo que me fumé hace unos años, pensando que no cambiaba nada, y que desde entonces me ha mantenido como fumador. Ya sufrí la pérdida de seres queridos en una ocasión, y es un proceso que preferiría no repetir.
¿Qué opinas tú al respecto? ¿Le ves algún aspecto positivo a experiencias como la de I Met you? ¿Te gustaría reencontrarte con algún ser querido recreado en realidad virtual?
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