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Apple paga por la obsolescencia programada
Si ayer hablaba de la Apple que más me gusta, la que hace ya bastantes años me convenció para decantarme por sus dispositivos, hoy toca hablar de la otra Apple, la que toma decisiones cuestionables y que, en más de una ocasión, me ha hecho dudar sobre si seguir siendo usuario de sus productos o no. Al hablar de ayer, me refiero al resumen sobre las primeras reviews del primer MacBook Air con el nuevo chip Apple M1, una muestra de que la compañía mantiene su capacidad de innovar.
Hoy, sin embargo, sabemos por Forbes México que Apple ha llegado a un acuerdo extrajudicial por el que pagará 113 millones de dólares, tras admitir que ciertas versiones de iOS ralentizaron, intencionalmente, el rendimiento de los modelos más antiguos de iPhone con los que era compatibles. De este modo, el smarphone de Apple veía su rendimiento penalizado artificialmente, dado que era el software, y no limitaciones del hardware, lo que impedía que el teléfono ofreciera todo su rendimiento.
Cuando este hecho se hizo público, hace ya unos años, Apple afirmó que la razón para ello era mantener los iPhones en un equilibrio entre rendimiento y eficiencia. Es decir, que si las nuevas versiones de iOS desplegaban todo su potencial en esos teléfonos «antiguos», estos sufrirían problemas relacionados tanto con su temperatura como con el consumo de batería. Para evitar ese problema, afirmaron, la mejor solución era que el software provocara una reducción en el rendimiento del iPhone que, de ese modo, se mantendría en unos parámetros óptimos de temperatura y de consumo energético.
Es importante aclarar un punto, no hablamos de una técnica ilegal. Apple está en su derecho de «optimizar» el rendimiento de sus dispositivos con el software de gestión de los mismos, es decir, con su sistema operativo. El problema es que no informó de ello a los usuarios, y menos aún les dió la posibilidad de elegir entre un modo de máximo rendimiento frente a otro más eficiente. Ese habría sido el modelo legítimo de actuación, al igual que con un portátil con Windows podemos escoger si queremos el máximo rendimiento, maximizar la duración de la carga de batería o algunos estados intermedios.
La diferencia, claro, si seguimos con el ejemplo de Windows, es que Microsoft no tiene un interés especial en ralentizar el rendimiento de los sistemas en los que se ejecuta Windows. ¿Por qué? Básicamente porque, salvo excepciones como Surface, Microsoft no vende los dispositivos en los que se emplea Windows. Apple sí que vende los dispositivos en los que se emplea iOS, y ambos, iOS y dispositivos, son un «pack indivisible, como esos que vemos habitualmente en el supermercado.
Y es que, y este es el punto por el que Apple ha recibido tantas críticas y ya se enfrentó a una demanda colectiva por la que tuvo que pagar 500 millones de dólares, y por lo que ha tenido que pagar ahora otros 117 millones, al no informar a los usuarios de esta circunstancia, la interpretación que hicieron los clientes fue que su teléfono se había quedado obsoleto. ¿Y qué es lo que hace un usuario cuando piensa que su iPhone se ha quedado obsoleto? Pues en no pocos casos esperar a la keynote de septiembre (aunque este año ha sido en octubre) y empezar a hacer cuentas para la compra de un iPhone nuevo.
No puedo afirmar, claro, que esa era la intención de Apple, pero en estos casos creo que lo mejor es siempre recordar a Guillermo de Ockham y su principio de parsimonia: En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. Y lo siento, pero la navaja de Ockham apunta, en este caso, a una intenciones, cuanto menos, dudosas.
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