A Fondo
PS5, Xbox Series X y el futuro de los videojuegos: qué debemos y qué no debemos esperar
El futuro de los videojuegos está profundamente vinculado a PS5 y Xbox Series X, dos consolas que marcarán la llegada de la nueva generación, cuyo lanzamiento está previsto para finales de este mismo año. No tenemos una fecha definitiva, pero lo más probable es que ambas estén disponibles a partir de finales de noviembre.
¿Por qué tendrán tanto peso PS5 y Xbox Series X en el futuro de la industria? Es una excelente pregunta, y responderla nos sirve como aperitivo con el que abrir este especial y dar, de paso, un contexto importante. Los desarrolladores de videojuegos han adoptado cambios importantes en su estrategia durante los últimos años, y dichos cambios han estado profundamente vinculados a las consolas.
Cojamos un momento la «máquina del tiempo» para viajar a los años ochenta. En aquella época los desarrollos de videojuegos estaban profundamente diversificados. Cada plataforma recibía una versión que estaba, en la mayoría de los casos, adaptada con gran acierto para aprovechar su potencial. Esta tendencia se mantuvo durante los años noventa y empezó a perder fuerza con la llegada de PS2, GameCube y Xbox.
En los años ochenta y en los años noventa consolas y PC recibían grandes exclusivas que aprovechaban de verdad el potencial de ambos sistemas, una práctica que cambió por completo en la fase final del ciclo de vida de Xbox 360 y PS3. El lanzamiento de PS4 y Xbox One puso punto y final a los exclusivos triple A capaces de aprovechar de verdad la potencia del PC, y esto ha tenido consecuencias muy importantes.
Si hacemos una valoración en sentido estricto creo que el último gran exclusivo triple A que confirmó la superioridad del PC frente a las consolas fue Crysis, un título que «quedó grande» a Xbox 360 y PS3, de hecho la versión que recibieron ambas consolas tuvo un recorte enorme a nivel gráfico y ofrecía un rendimiento deficiente, tanto que en la consola de Sony era injugable en muchos momentos (caídas a 4 FPS y parones a 0 FPS en ciertas acciones, como recoger un arma).
Además de Crysis me gusta citar a Guild Wars 2 por la fecha en la que llegó, 2012, y por lo que representa a nivel técnico. Es un juego exclusivo para PC que utiliza un motor gráfico «obsoleto» apoyado en DirectX 9, y que a pesar de todo es capaz de ofrecer un apartado técnico muy bueno, un mundo abierto enorme, vivo y muy rico, cargado de NPCs y de personajes secundarios, y unas animaciones excelentes. Y sí, hablamos de un juego que tiene 8 años encima.
Las consolas son la base para los desarrolladores, y esto no cambiará con PS5 y Xbox Series X
Bien, la conclusión que debemos sacar de todo esto es muy sencilla, durante los últimos diez años se ha producido una transición a favor de los desarrollos centralizados en consolas. Esto quiere decir que cuando se inicia el proceso de desarrollo de un juego se parte, siempre, de las consolas de la correspondiente generación, y que sus limitaciones se mantienen durante todo su ciclo de vida, afectando, aunque sea injusto, a los jugadores de PC.
Sé lo que estáis pensando, que en PC podemos subir la resolución y cambiar ciertos ajustes gráficos. Sí, es cierto, pero las limitaciones base de cada juego siguen estando presentes. Piensa, por un momento, en lo «iguales» que han acabado siendo todos los títulos tipo sandbox que hemos visto durante los últimos siete años, en lo pobres que son las animaciones, en lo limitados que son los mundos que nos presentan esos juegos y en las enormes carencias que vemos a nivel de inteligencia artificial.
Te das cuenta, ¿verdad? Esas son algunas de las limitaciones que son «insuperables» en PC por los desarrollos centrados en consolas, y sin duda mejorarán con la llegada de PS5 y Xbox Series X. Veremos un salto generacional, pero este no será del todo real, me explico: como dije anteriormente ya se podría haber dado en PC con desarrollos centrados para dicha plataforma, pero no se ha hecho.
No debemos olvidar que, además, tomar como punto de partida una determinada plataforma permite optimizar al máximo sobre ella y conseguir un rendimiento mayor a pesar de tener un hardware inferior. Esa ha sido una de las grandes ventajas que han tenido PS4 y Xbox One, y ocurrirá lo mismo con PS5 y Xbox Series X.
Podríamos ilustrarlo con muchos ejemplos, pero uno de los mejores es Red Dead Redemption 2. Este juego funciona en una Xbox One, una consola que tiene una configuración de hardware muy pobre debido a su CPU AMD Jaguar y su GPU Radeon con 768 shaders, y Xbox One X es capaz de moverlo en 4K. Para jugarlo en 4K en PC en condiciones aceptables necesitamos una tarjeta gráfica que ya cuesta, por sí misma, más que dicha consola.
Sin embargo, la optimización no siempre es capaz de obrar el milagro necesario para conseguir que un juego exigente funcione en un hardware tan «viejo» como el que utilizan PS4 y Xbox One. CD Projekt RED está teniendo muchos problemas para que Cyberpunk 2077 se mueva de forma aceptable en ambas consolas, tanto que el estudio polaco no ha tenido más remedio que retrasar su lanzamiento.
¿Qué mejoras podemos esperar en los juegos de nueva generación con la llegada de PS5 y Xbox Series X?
Ambas consolas van a contar con una CPU muy superior a la de PS4 y Xbox One, de hecho este va a ser uno de los cambios más importantes a nivel de hardware y permitirá superar el peor cuello de botella que presenta la generación actual. Como cabía esperar también vendrán con una GPU mucho más potente y más avanzada que soportará tecnologías de última generación, tendrán más memoria y contarán con un SSD de alto rendimiento.
Bien, esto nos deja abiertos varios frentes que debemos considerar de forma independiente para entender mejor el impacto que tendrá cada componente. Para que sea más fácil de asimilar vamos a verlos uno a uno.
Mejoras derivadas del nuevo procesador
Xbox Series X y PS5 van a contar con un chip Zen 2 de 8 núcleos y 16 hilos a una frecuencia aproximada de 3,5 GHz. Esto supone una mejora enorme frente al chip Jaguar de la generación actual, cuyo IPC ni siquiera llegaba al nivel de los procesadores FX de primera generación de AMD.
Las consecuencias que tendrá esto en los juegos de nueva generación serán las siguientes:
- Los desarrolladores podrán utilizar mejores animaciones.
- Mayor potencia bruta para agilizar los procesos de carga.
- Inteligencia artificial mejorada y mayor margen para mostrar más NPCs y crear escenarios menos vacíos.
- Veremos juegos que, en general, estarán más vivos y serán más complejos y realistas.
- Tasas de fotogramas por segundo más elevadas y estables.
Os recuerdo que este procesador no va a ser directamente comparable a un Ryzen 7 3700X. Sus frecuencias de trabajo serán inferiores, y según varias fuentes de confianza va a contar con una configuración limitada a nivel de caché L3, así que en potencia bruta debería estar a medio camino entre un Ryzen 1700 y un Ryzen 7 2700.
Cambios gracias a la nueva GPU
Las nuevas consolas de Sony y Microsoft utilizarán una GPU Radeon Navi de AMD semipersonalizada. No estará basada en la arquitectura RDNA y tampoco en RDNA 2, será una especie de híbrido entre ambas, es decir, algo así como «RDNA 1.5». Se habla de configuraciones de entre 2.560 shaders y 3.584 shaders, lo que se traduciría en potencia más que suficiente para mover juegos en 4K.
Ambas contarán con soporte de trazado de rayos acelerado por hardware y sombreador de tasa variable. Estas son todas las novedades que podemos esperar en juegos:
- Estandarización del 4K, incluso en juegos complejos.
- Mayor calidad gráfica en general.
- Trazado de rayos en tiempo real, aunque sea de una manera limitada.
- Mayor optimización gracias a los sombreadores de tasa variable.
- Posible soporte de FreeSync de AMD para mejorar la experiencia (adiós tearing y sttutering).
Tened en cuenta que, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, cabe la posibilidad de que en algunos casos se recurra a técnicas de reescalado o se reduzca la resolución en secciones concretas para evitar una pérdida importante de rendimiento. En este sentido se ha hablado mucho de la posibilidad de que el trazado de rayos se introduzca con una renderización limitada al 50% para reducir la carga de trabajo, algo que, francamente, tiene mucho sentido, sobre todo teniendo en cuenta lo pesada que resulta esta tecnología.
Mejoras introducidas gracias al aumento de memoria
Todavía no tenemos cifras definitivas, pero es un hecho que PS5 y Xbox Series X vendrán con una mayor cantidad de memoria unificada. Las filtraciones más recientes y fiables apuntan a un total de 16 GB de GDDR6 a repartir entre RAM y VRAM, y 4 GB de DDR4 para sistema operativo y aplicaciones en segundo plano.
Si esto se confirma ambas consolas tendrán libre el triple de memoria que Xbox One y PS4. Sí, he dicho el triple porque aunque ambas tienen 8 GB solo quedan libres para los desarrolladores alrededor de 5 GB. En el caso de la nueva generación esos 4 GB de DDR4 deberían dejar disponibles el grueso de memoria GDDR6 para los desarrolladores.
Estas son las mejoras que podemos esperar en juegos de nueva generación gracias a esa mayor cantidad de memoria:
- Texturas de mayor calidad. Podríamos decir adiós, por fin, a las texturas «sucias».
- Mundos más ricos y más grandes.
- También podría tener efectos positivos en la reducción de las zonas y tiempos de carga.
La memoria también es importante en la vida útil de las consolas. Con el paso del tiempo los desarrolladores tienden a usar texturas más pesadas para mejorar la calidad gráfica de los juegos, así que introducir una cantidad suficiente con vistas a medio y largo plazo será fundamental. Ahora mismo cualquier PC de gama media cuenta con 16 GB de RAM y tiene una gráfica de 8 GB, así que esos 16 GB de memoria unificada saben «a poco».
El SSD también marcará un cambio importante
La introducción del SSD ha sido anunciada a bombo y platillo como una de las novedades más importantes que traerán PS5 y Xbox Series X, y es cierto, tendrá un gran peso. Sé que puede chocar bastante, sobre todo cuando estamos acostumbrados a priorizar otros componentes como el procesador, la tarjeta gráfica y la memoria, pero tiene una explicación.
El SSD elimina la problemática asociada a los discos duros en todo lo relacionado con los tiempos de acceso, las velocidades de trasferencia y los tiempos de carga, y además puede trabajar como «memoria lenta» a modo de caché.
Estas son las mejoras más importantes que podría permitir un SSD en juegos de nueva generación:
- Reducción muy marcada de los tiempos de carga.
- Mayor fluidez y respuesta general en las transiciones.
- Supresión de los problemas de popping y de carga de texturas de gran tamaño.
- Utilización como memoria «secundaria» para mejorar el rendimiento.
Los SSDs llevan mucho tiempo entre nosotros, pero su aprovechamiento en el mundo de los videojuegos no ha sido todo lo bueno que debería porque las consolas actuales no utilizan este tipo de soluciones. Es una consecuencia de lo que os comenté arriba, de los desarrollos centrados en consolas. Con la llegada de PS5 y Xbox Series X esto va a cambiar, aunque habrá que ver si los usuarios de PC disfrutamos de una optimización al mismo nivel o no.
¿Qué pasará con los requisitos de los juegos para PC cuando lleguen PS5 y Xbox Series X?
Pues que habrá un aumento en el hardware necesario para poder moverlos de forma óptima. Al principio no será muy marcado, ya que pasaremos por una etapa de transición intergeneracional como ya ocurrió en su momento con la llegada de PS4 y Xbox One, pero poco a poco se irá acentuando hasta que se complete dicha transición.
Ya hemos hablado sobre este tema en artículos anteriores, pero en esta ocasión vamos a enfocarlo de una manera un poco más precisa viendo el impacto que tendrán en todos los niveles, es decir, tanto en lo que respecta al hardware como al soporte de nuevas tecnologías.
Empezamos con la CPU. Los procesadores de cuatro núcleos seguirán siendo viables durante la primera etapa de transición generacional, pero solo disfrutaremos de una experiencia verdaderamente óptima con soluciones que puedan mover ocho hilos, y también con aquellas que tengan seis núcleos físicos. En términos IPC contar con un chip que esté, como mínimo, al nivel de Haswell (Core 4000) o de Zen (Ryzen 1000) y que funcione a unas frecuencias cercanas a los 4 GHz.
Cuando se complete la transición a la nueva generación puede que los procesadores de seis núcleos y doce hilos con un IPC muy alto y unas frecuencias de trabajo muy elevadas, como los Core i7 8700K y los Ryzen 5 3600X, sean capaces de ofrecer una buena experiencia, pero tengo la firme creencia de que los ocho núcleos se van a estandarizar, y de que solo tendremos un rendimiento verdaderamente óptimo en PC con una configuración de 8 núcleos y 16 hilos.
Por lo que respecta a la memoria RAM y a la memoria gráfica mantengo lo que he comentado en ocasiones anteriores. Al principio contar con 8 GB y 4 GB, respectivamente, nos permitirá seguir jugando en condiciones aceptables, pero cuando se complete la transición generacional necesitaremos al menos 16 GB de RAM y 8 GB de memoria gráfica para disfrutar de una experiencia realmente buena.
Bien, ¿y qué tarjeta gráfica necesitaremos? Ya lo vimos en su momento cuando hablamos de las tarjetas gráficas que quedarán obsoletas con la llegada de PS5 y Xbox Series X, y sigo pensando exactamente igual. Creo que durante la primera etapa de transición podemos jugar sin problemas con las tarjetas gráficas de gama media actuales, pero que al final, cuando se complete el proceso, todo lo que quede por debajo de una GTX 1070-Radeon RX Vega 56 de 8 GB será insuficiente.
Sobre el tema de si el SSD se va a convertir o no en un requisito indispensable estoy convencido de que no será así, al menos a corto y a medio plazo. Puede que PS5 y Xbox Series X allanen el camino para facilitar esa transición del SSD al HDD, pero no se completará, en el mejor de los casos, hasta la próxima generación de consolas. Con todo, está claro que contar con un SSD de alto rendimiento se traducirá en una experiencia muy superior.
¿Y qué hay del trazado de rayos? Ha habido mucha especulación sobre esta tecnología y sobre la posibilidad de que se acabe convirtiendo en un requisito mínimo en los juegos de nueva generación. Teniendo en cuenta lo exigente que resulta esta técnica de renderizado y que ni siquiera una RTX 2080 Ti, que cuesta casi 1.200 euros, es capaz de «domarla» tengo claro que no, que el trazado de rayos no se convertirá en algo obligatorio ni a corto ni a medio plazo.
Puede que durante la recta final del ciclo de vida de PS5 y Xbox Series X empecemos a ver los primeros juegos con trazado de rayos obligatorio, pero será una minoría. La auténtica «explosión» de esta tecnología no tendrá lugar hasta la llegada de las sucesoras de PS5 y Xbox Series X. No obstante, esto no quiere decir que contar con una tarjeta gráfica que soporte dicha tecnología no vaya a ser recomendable para disfrutar de reflejos, sombras e iluminación realistas.
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